Authors: Clive Davies (EFI), Diana Tuomasjukka (EFI), Rik De Vreese (EFI)
Los árboles y los bosques contribuyen a las ciudades climáticamente inteligentes de dos maneras: proporcionan productos biológicos renovables (especialmente para la construcción y renovación) y brindan servicios ecosistémicos importantes para la gestión del clima y el bienestar.
Dado que el 70% de las emisiones globales de CO2 provienen de las ciudades, la madera puede desempeñar un papel crucial en la construcción y renovación de la infraestructura construida mediante el almacenamiento de carbono y la sustitución de otros materiales más perjudiciales para el clima, como el hormigón, el cemento y el acero. Este cambio está siendo impulsado por diseñadores y arquitectos urbanos que buscan que sus desarrollos sean neutros o negativos en emisiones de carbono. De hecho, existen numerosas pruebas científicas de que el uso de productos de madera en lugar de, por ejemplo, hormigón, acero, textiles sintéticos, petróleo o carbón, ayuda a reducir las emisiones de CO2. Además, mediante la integración de productos de madera en, por ejemplo, viviendas y muebles, el carbono se almacena durante períodos más largos.
Es probable que este papel sea aún más preponderante, ya que la mayoría de las ciudades están creciendo. Con su alta concentración de recursos y personas dispersas en un área geográfica relativamente pequeña, las ciudades están en una posición única para impulsar la modernización, incluido el uso de productos biológicos renovables en una economía circular.
Los bosques y los árboles en las ciudades y poblaciones y adyacentes a ellas, incluidos los árboles individuales y los bosques urbanos más pequeños, son componentes fundamentales del tejido urbano. Proporcionan una variedad de servicios ecosistémicos importantes para la sostenibilidad, la gestión del clima y el bienestar de la población urbana. Por ejemplo, los árboles y los bosques urbanos y periurbanos mejoran la calidad del aire, protegen contra las inundaciones y los fenómenos climáticos extremos moderados, así como las islas de calor urbanas. Incluso en las zonas más densas de las ciudades, los árboles y arbolados urbanos son un recurso que facilita el ciclo de nutrientes y la gestión de las aguas subterráneas.
También existen notables beneficios indirectos: debido a sus efectos de enfriamiento y sombra durante el verano: los árboles y bosques urbanos reducen el uso de electricidad para aire acondicionado, lo que evita las emisiones de carbono. La sombra que proporcionan los árboles hace que las temperaturas interiores sean más bajas en verano.
Combinado con la disminución del efecto de isla de calor urbana, esto puede reducir hasta en un 90% la energía de enfriamiento necesaria. Los efectos cortavientos de los árboles y bosques urbanos pueden generar una reducción de las necesidades energéticas del 20% en invierno.
Los bosques urbanos también proporcionan lugares para deportes, recreación y restauración mental, lo que mejora la salud y el bienestar humanos (véase la Pregunta 8). En ese papel, los árboles y bosques urbanos influyen fuertemente en el atractivo y la resiliencia de una ciudad. Por último, los árboles son una parte importante de las redes ecológicas y la infraestructura verde que conectan las regiones urbanas, periurbanas y rurales. Sin embargo, se deben tener debidamente en cuenta los posibles perjuicios, por ejemplo, las reacciones alérgicas al polen de los árboles y los riesgos asociados con la caída de árboles o ramas.